Lamento mi odio
-aunque más bien es asco-.
Estoy en una vieja parada de bus.
Amanece.
Llueve.
No espero ningún bus.
Sólo quise pararme a escribir.
Ahora llegaré a casa,
me tiraré en la cama
y pensaré en que me has hecho daño.
Pero luego dormiré
y me levantaré, de nuevo,
completa de odio.
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