Una vez que Sonia logró dormirse, eran ya las cuatro de la mañana. Becquer aprovechó el tiempo de oscuridad que le quedaba para dar un paseo por el barrio.
En esos momentos, un cálido frescor invadía el ambiente, la calle estaba solitaria, las estrellas encendidas a lo alto.
La mujer del panadero veía sus dvds de Cuarto Milenio desde el sofá de la sala de estar, esa mujer, con todo lo que había vivido y todo lo que había leído, sabía mas de fenómenos paranormales que el mismísimo Iker Jimenez.
En la casa de al lado, dormía esa chica que se dedicaba todo el día a cuidar su jardín. Nadie sabía exactamente a que se dedicaba o que fue de su vida pasada, es un misterio que atrae muchisimo a Doña Augusta, la anteriormente mencionada mujer del panadero. Esta misteriosa chica tenía una gatita blanca como la nieve, con los ojos tan claros como los primeros rayos del sol, Becquer sabía poco de ella, no solía salir mucho de noche y él durante los días permanecía en casa de su ama.
Los cálidos ojos verdes de Becquer recorrían el barrio, rememorando cada paso que allí dio alguien en algún momento alguna vez. Veía pasar vagabundos, borrachos y prostitutas entre las calles de la parte "adulta" del barrio. Bares, discotecas y locales de alterne donde las chicas vendían pedacitos de su dignidad por lo que les permitiera pagar la renta, los borrachos poderosos de la noche, reducidos en aquellos momentos a una cara enrojecida, unos billetes y una visa bailoteaban con ellas.
Así fue como Becquer, un día tan tranquilo y triste como este, perdió la ilusión por la belleza humana, que solo habitaba en los mas pequeños y humildes seres de nuestra sociedad.
Probablemente ya era hora de volver a casa, Sonia podía echarle de menos. Becque volvía a casa acompañado de las primeras luces del día, que le traían a su dulce y delicada memoria felina, la mirada de aquella gatita blanca, blanca como la nieve y con los ojos tan claros, como la primera luz del día...
Por una mirada un mundo
Por una sonrisa un cielo
Por un beso...
¡Yo no sé que te diera por un beso!
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jueves, 18 de marzo de 2010
Becquer, la estrella apagada
Era ya tarde, mas tarde de lo que Sonia solía aguantar despierta. Llevaba horas tirada en el sofá cubierta bajo el silencioso manto nocturno y con Becquer en su regazo.Siempre estaba allí cuando se sentía mal y cuando se sentía bien también, era un gato negro con los ojos verdes, era precioso. Desde que Sonia y Fran lo dejaron, Becquer era el único apoyo que le quedaba. Llevaba horas leyendo viejas conversaciones, viejos e-mails, viejos recuerdos electrónicos guardados en la memoria del portátil, que, tras llevar tanto tiempo encendido, irradiaba un calor tremendamente confortable.
De momento, tendría que conformarse con su soledad.
No me admiró tu olvido.
aunque de un día me admiró tu cariño mucho mas
Porque lo que hay en mi vale algo
Eso... ¡Ni lo pudiste sospechar!
De momento, tendría que conformarse con su soledad.
No me admiró tu olvido.
aunque de un día me admiró tu cariño mucho mas
Porque lo que hay en mi vale algo
Eso... ¡Ni lo pudiste sospechar!
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