No he pasado un día sin amarte; no he pasado una noche sin estrecharte en mis brazos; no he tomado una taza de té sin maldecir la gloria y la ambición, que me tienen alejado del alma de mi vida. En medio de las tareas, a la cabeza de las tropas, al recorrer los campos, mi adorable josefina está sola en mi corazón, ocupa mi espíritu, absorbe mi pensamiento. Si me alejo de ti con la rapidez de la corriente del Ródano es para volverte a ver más pronto. Si, en plena noche, me levanto para trabajar, es porque ello puede adelantar en algunos días la llegada de mi dulce amiga, y no obstante, en tu carta del 23, del 26 Ventoso, me tratas de vous. ¡Tú misma me tratas de usted! ¡Ah, malvada! ¿Cómo has podido escribir esa carta? ¡Qué fría es!... ¡Ah, qué sucederá dentro de 15 días!... Adiós, mujer, tormento, dicha, esperanza y alma de mi vida, que amo, que temo, que me inspira sentimientos tiernos que me llaman a la Naturaleza y movimientos impetuosos tan volcánicos como el trueno. Yo no te pido amor eterno ni fidelidad, sino solamente…verdad, franqueza sin limites. El día en que digas te amo menos será el último de mi amor o el último de mi vida. Si mi corazón fuese bastante vil para amar sin ser correspondido lo destrozaría con mis dientes. ¡Josefina! ¡Josefina! Acuérdate de lo que te he dicho algunas veces: la Naturaleza me ha dado un alma fuerte y decidida. Ella te ha hecho de encaje y gasa. ¿Has dejado de amarme?...
Napoleón Bonaparte
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