Se despertaba cada mañana, alargando el brazo para buscar su silueta... Pero él nunca estaba allí.
Al ir a por el café, al principio, se encontraba con rosas (al menos se enteró de que era su flor favorita) y notitas con diversos mensajes que provocaban el rápido latir de su corazón. Poco a poco la costumbré cesó, las notas no estaban y las rosas poco a poco perdían su color y su olor.
Sabía que era un hombre ocupado... Pero verle apenas un par de veces al mes era insoportable.
En vacaciones podían quedar todos los fines de semana, y algunos días incluso despertaba a su lado.
Las mentiras se hicieron notar mas cuando vio en su cartera la foto de su familia.
Poco a poco, humillada, intentó parar aquella mentira, pero le fue imposible decir que no a sus besos.
Como hubiera deseado tantas veces pasar menos tiempo en la cama.
Como cuando una brisa invernal te congela las lágrimas, se enteró de su muerte. En el entierro todos la miraban de forma rara... Ella hubiera deseado que nadie supiera de que le conocía, pero parecía evidente.
Una rosa depositó en su tumba... Una rosa negra como símbolo de lo que quedaba de su amor.
~En callejones sin salida ha caído muerto el amor~
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