Pero él le pedía explicaciones.
Por teléfono podía notar su respiración nerviosa y ansiosa de respuestas. Respuestas que ella no podía ofrecerle.
Ahora un fino hilo los separaba, haciéndoles sentir que estaba todo roto. Pero las cosas no se rompían y siempre quedaba esperanza para unir sus dos corazones heridos por las ilusiones de dos jóvenes demasiado apresurados.
Nada los separaba ya... Tan solo...
El maldito orgullo, devorador de corazones, sentimientos y el único capaz de deformar nuestra razón.
~Tan solo quería oírlo de tus labios y no de tus manos~
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