No sentía dolor, ni tristeza. No sabía que sentía.
Había demasiada luz en la calle, y eso que era de noche. Entre farolas, semáforos y coches su mirada comenzaba a palpitar.
Lloraba, y ahora todas las luces se difuminaban formando un arco iris nocturno. Le pareció precioso ese momento.
Se sintió estúpido.
Y por primera vez en su vida, se sintió solo.
Terriblemente solo y asustado.
Pero no se quedó allí. Se levantó y caminó hasta que encontró un lugar al que pertenecer.
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